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lunes, 10 de febrero de 2014

Día 7: El Ayuno del Señor

El Ayuno del Señor

Por: Yiye Ávila




EL AYUNO DEL SEÑOR


El ayuno del Señor no es una doctrina nueva, ni una nueva modalidad de ayuno, sino simplemente el ayuno en la perfecta voluntad de Dios. Este nombre me lo dio el Señor una noche mientras oraba a la una de la mañana y el Espíritu me dijo: "Es ayuno de victoria".

A veces proponemos ayunar un día o más días para buscar bendición de Dios. Dios nos bendice por ello y nos prospera espiritualmente. El recompensa a los que ayunan para crecer espiritualmente y romper los yugos del diablo. En el ayuno del Señor no proponemos un número de días, sino que dejamos al Espíritu Santo que nos dirija en totalidad. Tú sientes entrar en ayuno decidido a conquistar una victoria espiritual grande. Clamas a Dios para que te dirija y te decides a no entregar hasta que Dios no te muestre. Una vez que estás dispuesto a hacer los días que Él te muestre, ya estás en el ayuno del Señor. Es su ayuno. El determina los días y pone su fortaleza y su victoria a tu disposición. Tú te dispones a ser dirigido por El y a confiar en que El no fallará en darte fuerzas, revelarte los días del ayuno y darte la victoria.

Yo entré en el ayuno del Señor en muchas ocasiones pero no fue hasta el último ayuno prolongado que Dios me reveló lo que era el ayuno del Señor. Es muy importante entender esto pues así tú puedes sacarle el máximo de beneficio a cualquier campaña de ayuno.

Cuando yo me convertí al Señor inmediatamente sentí ayunar. Hice profesión de FE en una noche inolvidable.

Estuve esa tarde dando una exhibición de levantamiento de pesas en la plaza de Barceloneta. De ahí salimos para una comida que me tenían los auspiciadores del programa deportivo. Sentados en ese lugar esperábamos la comida. Mientras esperábamos mi mente estaba en el culto de campaña que conducía esa noche el evangelista José M. Ruiz en la pequeña iglesia Defensores de la Fe del barrio Montebello de Manatí. La comida se tardó un poco y no pude resistir. Me puse de pie y me marché. Prácticamente volaba por la carretera en mi Ford 1955. Me parecía que no iba a llegar nunca. Era un sábado por la noche. Llegué a la iglesia y me senté en uno de los bancos posteriores. El hermano predicó e hizo el llamado. Pasé al altar y con lágrimas acepté al Señor. Al otro día tenía trabajo en una agencia hípica que para ese tiempo yo tenía en mi pueblo de Camuy. Allí yo vendía para esa época el vicio de los caballos de carrera a mis comprovincianos. No trabajé. Puse a otro por mí pues yo sentía estar en ayuno. Fue mi primer día de ayuno. A las seis de la tarde no sentía hambre, ni sed. Hubiese podido seguir el ayuno pero pensando lo que había oído de otros, que el ayuno era hasta las seis de la tarde, entregué y tomé alimentos. Si hubiese tenido conocimiento de lo que es el ayuno del Señor, le hubiese orado a Dios que me dirigiera y no me permitiera entregar hasta que no fuera su voluntad. Estoy seguro que hubiera ayunado varios días sin entregar. La falta de conocimiento preciso de las cosas espirituales a veces nos priva de grandes bendiciones de Dios.

Antes de entender lo que era el ayuno del Señor, yo entré en él varias veces. En una ocasión Dios me habló y me dijo: "Te quiero en ayuno una semana y otra semana". Entendí que eran catorce días sin entregar. Era el ayuno del Señor. El señalaba los días y en este caso específico me llamaba a hacerlo. Entré en ayuno. Me encerraba todos los días completamente solo en cierto lugar y ahí estaba orando y leyendo la Biblia todo el día. Luego marchaba a mi hogar y tenía culto con mis hijas que eran pequeñas, y oraba con ellas y le enseñaba la palabra. Al acostarlas seguía orando y leyendo la Biblia hasta que sentía acostarme. Así transcurrieron los catorce días. Cada día me sentía mejor. Oraba de diez a doce horas diarias y clamaba por una unción mayor para el ministerio. En esos días Dios me dio muchas visiones sobre el fruto grande que vendría como consecuencia del ayuno. Me reveló la condición espiritual de algunos hermanos a los cuales les hablé después del ayuno. Salí completamente sano y con energías como si no hubiese ayunado. Era el ayuno del Señor. Él puso sus fuerzas y me mostró el número de días a ayunar. Como resultado de ese ayuno las campañas comenzaron a producir más frutos y más sanidades, y milagros y bautismos del Espíritu eran obrados por Dios. No olvido que en la primera campaña después de este ayuno, en un campo de Utuado, sentí una unción gloriosa para predicar y un gran grupo de almas vino al Señor y milagros fueron obrados por el poder de Dios. Era el primer gran fruto de aquel ayuno.

En otra ocasión sentí la necesidad de entrar en ayuno. Oré y le dije al Señor: "No entrego hasta que Tú no me hables y me digas que es suficiente". No lo entendía en aquellos días pero entraba de nuevo en el ayuno del Señor pues dejaba a Él decidir los días. Comencé el ayuno y pasaron los primeros días orando y clamando en abundancia. Me sentía muy bien. Me despertaba siempre muy de madrugada a orar el primer período. Una de esas noches oraba de rodillas como a las cuatro de la mañana. De pronto sentí a alguien frente a mí. Me quedé tenso. Sabía que era el Señor. Se acercó más y sentí cuando me echó su brazo alrededor de mi espalda. Su mano quedó al lado de mi cintura. En ese instante me habló y me dijo: "Yiye, Yiye no toques a las puertas de nadie". Entendí que ello implicaba que no tenía que depender de nadie ni suplicarle a nadie sino sólo a Él. En ese momento no pude resistir el deseo de tocarlo y extendí mi mano y lo agarré por la muñeca. Fue como si hubiese tocado a cualquier otro hombre. Sentía en mi mano sencillamente la muñeca de una persona. Mientras mantenía su brazo alrededor de mi espalda, volvió a hablarme y me dijo: "Sonríete". Entendí que me quería decir, que si Él estaba conmigo y con su brazo sosteniéndome por la cintura, podía sonreírme con confianza pues con El sólo podemos esperar victoria. El señor estuvo por un instante más a mi lado y luego se desapareció. Quedé allí de rodillas sintiendo una poderosa bendición del Espíritu Santo.

Los días siguieron pasando y yo oraba, clamaba al Señor y le recordaba que no entregaría hasta que Él no me lo revelara. En la noche número dieciséis de ayuno, tuve una revelación y vi una carta que llegó a mis manos y solo decía: "El hombre que empezó el ayuno de los dieciséis días". Entendí que el ayuno había terminado. Oré desde la madrugada y como a las siete de la mañana, rompí el ayuno y me tomé un vaso de jugo de uva. Después de este ayuno Dios me dio campañas donde se convirtieron muchas más almas que en las anteriores.

En otra ocasión sentí el llamado para ayuno nuevamente. Sentía que sería un ayuno prolongado pero no sabía cuantos días. Oraba buscando dirección precisa de Dios y sentí que estaría encerrado en una habitación sin ver a nadie hasta terminar el ayuno. Así lo hice. No sabía cuantos días serían pero oré diciéndole al Señor: "No salgo hasta que Tú me digas que el ayuno ha terminado". No sabía yo que estaba de nuevo en el ayuno del Señor, y en un ayuno decisivo para mi ministerio. Empezaron a pasar los días y oraba y leía la Biblia sin cesar. No es fácil quedarse encerrado en una habitación por días y sin ver a nadie pero esa era la voluntad de Dios. En esos días el Señor me dio la mayor parte de los tratados de mi ministerio y me dio los títulos de los discos de larga duración que están llevando tanta bendición a miles de almas en diferentes lugares. Fueron días de gran lucha y tuve experiencias muy grandes con Dios.

Amanecía el día número diecisiete del ayuno y estaba tan débil que no podía ni moverme. Oraba acostado en el piso y le pedía fuerzas al Señor y le decía que no entregaba hasta que Él no me hablara. Casi no podía ni hablar de la debilidad. Oraba en el pensamiento. "Señor dame fuerzas", era mi clamor. De pronto Jesús apareció de pie a mi izquierda. Su figura de hombre estaba allí a mi lado. Mientras lo miraba sentí al Espíritu Santo moverse a mi derecha. El Espíritu se movió como un viento que soplaba y movió mi cuerpo y me lanzó sobre el Señor. En aquel instante Jesús extendió su mano y me haló hacia arriba al mismo tiempo que gritó: "Ven". Sentí cuando mi cuerpo salió del cuarto a gran velocidad. Me encontré fuera de la habitación. El Señor estaba a mi lado. Hacía un fresco maravilloso, respiré profundamente, abrí mis brazos, noté que podía flotar en el aire y moverme con gran libertad. El Señor se mantenía en todo momento junto a mí. Volé en todas direcciones junto al Señor y sentía una sensación profunda de descanso. De pronto descendimos y volví a encontrarme acostado en el piso de la habitación. El Señor estaba de pie a mi lado. Antes de desaparecerse me dijo: "Poderes del diablo". Me avisaba de la gran visitación satánica que iba a tener en ese día. Cuando Jesús se desapareció di un salto y corrí por la habitación. Saltaba y me movía y sólo podía decir: "Dios mío, tengo más energías que cuando levantaba pesas". Así era. Estaba nuevo. Volví a orar con gran vigor y entusiasmo pero en breve comenzó la visitación de demonios que el Señor me había anunciado. Muchos entraron en el cuarto y cogieron la figura de algunos de mis familiares a los cuales oprimían. Uno de los que entró tenía la figura de mi mamá, y entendí que era el demonio que la enfermó y casi le causó la muerte. Lo reprendí y salió del cuarto. Otro tocaba guitarra y cantaba y sabía que era el demonio que mantenía a mi papá en el mundo del pecado. Entraron otros que no deseo mencionar debido a las personas que representaban y a las cuales oprimían. Según entraban yo los reprendía y se desaparecían. Algunos salían del cuarto y los escuchaba según se marchaban peleando por el pasillo.

Pasaron varios días más y un día el Espíritu Santo me habló y me dijo: "Dos ayes". No entendía lo que eso significaba pero le pregunté al Señor y esa noche en un sueño me dijeron que los dos ayes eran dos días más que me quedaban en ayuno. Estos días el veinte y veintiuno pasaron y salí del cuarto completamente sano y seguro de una gran victoria espiritual. Después de este ayuno Dios me proveyó para tirar catorce títulos diferentes de tratados, docenas de programas de radio y grabaciones. Verdaderamente el ministerio amplio nació después de este ayuno. Gloria a Dios. Fueron veintiún días de batalla grande pero el fruto ha sido en miles de almas y de enfermos que han recibido liberación. Era el ayuno del Señor. El dispuso los días pero también me dio sus fuerzas y la gran victoria que siguió a esta gran batalla de FE. El ayuno y la oración es el método de Dios para crecer espiritualmente y alcanzar la plenitud de lo que Dios quiere darnos. Es la fórmula que han tenido que usar los grandes siervos de Dios de todas las épocas. ¿Quieres mayor unción en tu ministerio? ¿Deseas un ministerio de gran fruto? Paga el precio, que aun Jesús tuvo que hacerlo y nosotros no somos mejores que el Señor. Entra en el ayuno del Señor. Es ayuno de victoria.

El ayuno del Señor puede ser usado, no sólo por un creyente interesado en crecer espiritualmente, sino también por iglesias completas. La primera iglesia nos dio ejemplo. Por diez días estuvieron apartados en el aposento alto esperando la bendición del Espíritu Santo. Dios me ha mostrado que estaban en ayuno y estaban en el ayuno del Señor pues no estaban dispuestos a ceder hasta que no recibieran la promesa del Padre. Esperaron diez días pero al cabo de ellos el Espíritu Santo descendió como un viento recio y los 120 fueron llenos del poder y todos hablaron en otras lenguas y danzaron en el Espíritu Santo. Hechos 2:3. Lleno del poder Pedro predicó su primer mensaje y 3.000 almas vinieron a Cristo. La iglesia esperó diez días todos unánimes en clamor y ayuno delante de Dios. Estaban haciendo lo que Cristo les dijo: El Señor les ordenó que estuvieran quedos en Jerusalén esperando el poder del Espíritu. Él también les había ordenado que cuando el esposo les fuera quitado ellos ayunarían. No terminó el retiro de toda la iglesia hasta que no cayó la bendición grande de Dios. Era el ayuno del Señor, ayuno de victoria y nació de una iglesia poderosa y miles vinieron a Cristo.

Si las iglesias entraran de vez en cuando en el ayuno del Señor verían la Gloria de Dios. Algunos me han dicho que esto es imposible ya que muchos trabajan. Es cierto que hay dificultades, pero si todos los hermanos se pusieran de acuerdo para coger juntos unas vacaciones, la iglesia entera podría entrar en el ayuno del Señor. Dios podría revelarle dos o tres días o quizás más tiempo para que el ayuno de toda la iglesia unida sea una victoria espiritual poderosa. Si pensamos en la victoria que Dios le dio a la primera iglesia en los diez días en el aposento alto, podemos visualizar lo que podría hacer con nuestras iglesias actuales si entraran en el ayuno del Señor los días que Él les señale. Ciertamente la iglesia se llenaría del poder como en Pentecostés. Saldrían a relucir los pecados escondidos. Se iría el modernismo y la vanidad. Las mujeres vestirían decentemente y se le iría el deseo obsesivo a los hermanos del deporte y la televisión. Los enojos y contiendas entre hermanos se desaparecerían y muchos pecadores, como en Pentecostés, se convertirían. Los dones del Espíritu se comenzarían a manifestar y muchos serían llamados al ministerio.




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